El presidente de Turquía confirmó recientemente que la antigua basílica de Santa Sofía volvería al culto como mezquita. El paralelo con la Mezquita-catedral de Córdoba está servido, ya que Erdogan justificó su decisión poniendo como ejemplo el templo cordobés.
Erdogan visita Córdoba
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, visitó Córdoba en febrero de 2010. En sus declaraciones a los medios de comunicación, destacó que Turquía respetaba mucho más que España la historia porque Santa Sofía era un museo y no una mezquita. Este debate trae a la actualidad dos hechos históricos que conmocionaron a quienes los vivieron: la pérdida de Córdoba para el mundo musulmán en 1236 y la caída de Constantinopla, actual Estambul, para el cristianismo en 1453. Esos sucesos fueron catastróficos para sus respectivas comunidades, tanto que todavía están presentes en los discursos políticos y religiosos de sus dirigentes, sobre todo de los musulmanes, que recuerdan constantemente la pérdida de al-Ándalus.
El asalto de Córdoba
La reconquista de Córdoba se organizó desde Andújar, adonde llegaron unos moros descontentos con sus gobernantes que prometieron a los almogávares Pedro Ruiz Tafur y Martín Ruiz de Argote la entrega de la Ajerquía cordobesa. El primero en saltar la muralla fue Alvar Colodro, que da nombre a una de las puertas de la zona norte de la ciudad, iniciando así la toma de Córdoba por las tropas castellanas(1).
Rodrigo Giménez de Rada, obispo de Toledo, escribió la Crónica latina de los reyes de Castilla(2), donde se recoge el testimonio de la conquista de la ciudad por Fernando III el Santo. Dice la crónica que el rey «recibió en Benavente a unos mensajeros de parte de aquellos cristianos que furtivamente, de noche, habían ocupado una parte de Córdoba…», tras lo cual el rey castellano decidió emprender el camino hacia el sur con el fin de apoyar el golpe de mano contra la ciudad. Los atacantes sabían que el rey de Murcia, Aben-Hut, podía apoyar la defensa de la antigua capital del califato, ya que «…consideraban a Córdoba como bastión fortísimo y baluarte contra los cristianos. Cualquier moro cismarino consideraría que se trataba de sus propias cosas, ya que, tomada Córdoba, las restantes ciudades como impotentes e inermes, no podrían resistir al potentísimo rey de Castilla y León».
Las llaves de Córdoba
Fernando III cruzó el Guadalquivir y sitió Córdoba, mientras que Aben-Hut se dirigió a Sevilla y no se enfrentó a las tropas castellanas. La decepción de los cordobeses se hizo palpable y la Crónica latina lo recoge así: «Marchitó Córdoba su corazón dentro de sus entrañas. Viendo, pues, lo que acontecía y entendiendo que su rey no se había atrevido a combatir con el nuestro, casi desesperado de una ayuda de fuera, determinaron rebelarse hasta la muerte». Los habitantes de la ciudad pusieron una condición para su entrega, «que les fuera permitido salir, salvar las personas y bienes muebles que pudieran llevar consigo». En caso de no aceptar esa condición, «desesperados de la vida, destruirían todo lo que de valor hubiese en la ciudad, a saber, la mezquita y el puente; esconderían el oro y la plata; quemarían las telas de Siria, es más, toda la ciudad y a sí mismos se darían la muerte»(3).
Finalmente, Córdoba se rindió a las tropas castellanas y «su príncipe Abohazán entregó las llaves de la ciudad a nuestro rey e inmediatamente el rey (…), ordenó que la enseña de la cruz precediera a su bandera y que fuera colocada en la torre más alta de la mezquita para que, delante de todos, pudiera ondear junto con su bandera»(4).
Elegía por al-Ándalus
El testimonio más cercano a la pérdida de Córdoba, y en general de al-Ándalus, es el poema de Salih ben Sharif al-Rundi, poeta de Ronda fallecido en 1285, conocido como Elegía por al-Ándalus(5) o Lamento por Sevilla(6), que es un recuerdo del paraíso perdido. Al-Rundi vivió la caída de la mayoría de las grandes ciudades andaluzas, como Córdoba, Cádiz o Sevilla, a manos de Alfonso VIII y Fernando III de Castilla, en el momento del colapso del califato almohade.
El texto, con un bello estilo poético, trasluce el dolor de la pérdida. He aquí alguno de sus versos:
«(…) Todo decae después de alcanzar la perfección; por lo tanto, que nadie se deje engañar por la dulzura de una vida agradable.
(…) ¿Dónde están los reyes coronados de Yemen y dónde están sus diademas y coronas llenas de joyas?
(…) Para los accidentes [de la fortuna] hay un consuelo que los hace fáciles de soportar, pero no hay consuelo para lo que ha sucedido con el islam.
(…) ¿Dónde está Córdoba, el hogar de las ciencias, y muchos estudiosos cuyo rango alguna vez fue alto en ella?
¿Dónde está Hims (Sevilla) y los placeres que contiene, así como su dulce río desbordante y lleno?
– [Son] capitales que fueron los pilares de la tierra; sin embargo, cuando lo pilares se hayan ido, ¡ya no durará más!
(…) El golpeteo de la fuente de la ablución blanca llora de desesperación, como un amante apasionado que llora por la partida del amado.
(…) En el que las mezquitas se han convertido en catedrales en las que solo se pueden encontrar campanas y cruces.
(…) ¡Ayer eran reyes en sus propios hogares, pero hoy son esclavos en la tierra de los infieles!
(…) ¡El corazón se derrite de tristeza ante tales [vistas], si hay algún islam o creencia en ese corazón!»
La caída de Constantinopla
En 1453 Bizancio ya no era el imperio que fue, debido a que había perdido gran parte de su territorio a manos de los turcos. Los otomanos lucharon durante dos siglos por conquistar los restos del antiguo Imperio romano de Oriente, aunque su capital, Constantinopla, había resistido hasta el momento. El emperador bizantino Juan VIII murió en 1448 y su hermano Constantino XI asumió el trono. Por su parte, en 1451 murió el sultán turco Murad II, que fue sucedido por su joven hijo Mehmed II, apodado el Conquistador, protagonista de la toma de Constantinopla.
Mehmed II reunió un poderoso ejército estimado en cien mil soldados, incluyendo a los temidos jenízaros, combatientes que desde niños eran formados en el arte de la guerra, quienes atacaron Constantinopla por tierra y mar. A pesar de las poderosas murallas que la rodeaban por tierra y de los desesperados esfuerzos de los bizantinos en su defensa, los turcos consiguieron entrar en la ciudad. El 29 de mayo de 1453, el emperador Constantino XI murió luchando en las murallas y, de esta forma, terminó la resistencia cristiana. Mehmed II entró en la ciudad y ordenó que la catedral de Santa Sofía fuese convertida en mezquita, permaneciendo como templo musulmán hasta que, en 1935, por mandato del presidente turco Mustafa Kemal Atatürk, fue convertida en museo hasta nuestros días.
El historiador polaco contemporáneo Juan Dlugosz describiría el sitio y la caída de la ciudad, reflejando el duelo por la pérdida de uno de los «dos ojos de la cristiandad»: «La ruina de Constantinopla, tan funesta como previsible, constituyó una gran victoria para los turcos, pero también el final de Grecia y la deshonra de los latinos. Por ella, la fe católica fue atacada, la religión confundida, el nombre de Cristo insultado y envilecido. De los dos ojos de la cristiandad, uno quedó ciego; de sus dos manos, una fue cortada. Con las bibliotecas quemadas y los libros destruidos, la doctrina y la ciencia de los griegos, sin las que nadie se podría considerar sabio, se desvaneció»(7).
Pedro Tafur en Constantinopla
Aunque el cordobés Pedro Tafur no fue testigo de la caída de Constantinopla, en su viaje por el Mediterráneo y Asia Menor visitó la ciudad entre 1437 y 1438, quince años antes de su conquista. El relato que hace Pedro Tafur sobre Constantinopla, el emperador bizantino o el sultán turco podría encuadrarse en la visión de un viajero, en la labor de un diplomático e incluso en las artes de un espía, tal como se deduce de sus palabras.
Contantinopla era una ciudad que tenía una fácil defensa, ya que su territorio se extendía en forma de triángulo, teniendo dos partes rodeadas de agua y la tercera defendida por unas imponentes murallas que eran famosas en su época por su altura y fortaleza. Pedro Tafur cuenta que los turcos intentaron hacer una mina para sortear bajo tierra las murallas, pero esto fue imposible porque «…esta cibdat non se puede tomar por mina, porque los muros della son todos de acero, é non se falla el cabo, é esto se dize porque los muros son de muy altos é gruessos mármoles entretexidos»(8).
La corte del sultán
Tafur, que ejercía de embajador del rey castellano Juan II, se entrevistó con el futuro Constantino XI, que sustituía temporalmente a su hermano, el emperador Juan VIII, para que le permitiese visitar la ciudad de Adrianópolis, donde los turcos tenían su ejército estacionado. La labor como diplomático, y en cierta manera también de espía, se refleja en el relato de su encuentro con el sultán turco. «É tuvo manera quel Turco embiase por mí para saber quándo é cómo el Emperador avía partido, é con qué estado, é en cuyos navios: ansí que, seyendo informado de mí, yo vi su persona é casa é gentes; é sería de edat de quarenta é cinco años, é de buen estatura é asaz fermoso de gesto, é parescía en su continente persona discreta, de gesto grave, é estava tan bien acompañado qual yo nunca vi otro, porque allí tenía consigo todo su exército. (…) Quando ove bien visto la persona, casa é estado del Turco, dixe á mi compañero que serie bueno que nos bolviésemos á Constantinópoli»(9).
Lamento por la pérdida
Cuando vuelve a Córdoba y escribe el relato de su viaje, Pedro Tafur ya conoce la pérdida de Constantinopla. Se lamenta amargamente de que los príncipes y pueblos cristianos, por recelo entre ellos, no acudieran a defender la ciudad y añade que si los turcos no la habían tomado antes era precisamente por la posible alianza de los cristianos: «¡Bien an fecho la venganca de Troya los turcos! Que áun ante que yo viniese é Constantinopla fuese tomada, tan subiectos estavan como agora, é sinon ponían las manos en ellos, era por miedo de non ensañar los xpianos [cristianos] del Poniente, porque non les fuesen en contra; é bien paresce, por la nigligencia que, después de Constantinópoli perdida, an mostrado los príncipes é pueblos cristianos, que en vano era su recelo, é non es de dubdar, que si Dios los consintiese, que más osasen, que quanto cometiesen con tanto sabrían, segunt el remedio que á tan grande injuria la xpiandat [cristiandad] a dado»(10).
Notas de la historia
La caída de Córdoba y la de Constantinopla supusieron grandes cambios en el mundo de la cultura, las artes y filosofía de sus habitantes. Córdoba fue, tal como lo escribe Salih ben Sharif al-Rundi, «el hogar de las ciencias y de muchos estudiosos», pero desde la caída del califato omeya fue mermando ese mundo intelectual. El caso de Constantinopla es similar pero en sentido contrario. La conquista de la ciudad por los turcos conllevó una diáspora de estudiosos y filósofos, los griegos, que emigraron a la incipiente Italia renacentista y a Alejandría. El caso de Gemistos Plethon es paradigmático, ya que llevó la filosofía platónica de Constantinopla a Occidente y animó la creación de la Academia de Florencia.
Bibliografía:
(1) Nieto Cumplido, M. (1984). Historia de Córdoba. Islam y cristianismo (p. 158). Córdoba: Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba.
(2) Charlo Brea, L. (1984). Crónica latina de los Reyes de Castilla (p. 94). Cádiz: Universidad de Cádiz.
(3) Ibid., p. 97.
(3) Ibid., p. 99.
(5) Lament for Seville. (2020). Revisado 3 de agosto de 2020, desde http://www.muslimphilosophy.com/ip/abubaqa.htm
(6) Elegía por Al-Ándalus. (2020). Revisado 3 de agosto de 2020, desde https://es.wikipedia.org/wiki/Eleg%C3%ADa_por_Al-%C3%81ndalus
(7) Patlagean, E. (2003). Historia de Bizancio (p. 281). Barcelona: Crítica.
(8) Jiménez de la Espada, Marcos (1874). Andanças é viajes de Pero Tafur por diversas partes del mundo avidos (1435-1439). (p. 179) Madrid: Imprenta de Miguel Ginesta. https://archive.org/details/andancaseviajesd01tafu/page/n7/mode/2up. Consultado el 9 de agosto de 2020.
(9) Ibid., p.153 y ss.
(10) Ibid., p.168.
Créditos de las imágenes:
– Mosaico bizantino de Santa Sofía (Estambul). Fotografía del autor.
– Vista de Santa Sofía (Estambul). Fotografía del autor.
– Mezquita-catedral de Córdoba. “Creative Commons” por Ian Pichtford, licencia bajo Creative Commons Zero – CC0
– Mezquita-catedral de Córdoba. “Creative Commons” por Maxpixel.net, licencia bajo Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported
Autor : José Morales
José Morales es escritor y editor del blog Córdoba en la Historia.